Este invierno vivimos algo que no pasaba hace mucho tiempo: nuestro Campamento de Invierno de Grupo. Casi 100 personas, entre niñas, niños, jóvenes, guiadores y algunos apoderados en servicio, nos reunimos para compartir una experiencia única que nos recordó lo que realmente significa ser parte de Pompeya.
Fueron días de frío, sí, pero también de mantas compartidas, desayunos conversados, almuerzos en comunidad y cenas llenas de risas. Momentos simples que se transformaron en recuerdos valiosos. Jugamos, reímos, aprendimos, y muchas personas vivieron por primera vez nuestras tradiciones, como el torombolo, ese juego que ya es parte de nuestra historia.
A pesar de que cada uno pertenece a una unidad distinta, este campamento nos recordó algo esencial: al final del día, todos somos pompeyanos. Eso es lo que nos une y lo que marca la diferencia. Es una forma de vivir el escultismo con corazón, compromiso y alegría.
Gracias a quienes hicieron posible este encuentro: a quienes prepararon cada detalle, a quienes confiaron y participaron, a quienes se atrevieron a vivirlo por primera vez. Nos vamos con el corazón lleno y más orgullosos que nunca de pertenecer a esta gran familia que cada día crece más y más.
¡Buena Caza!

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